¿Qué es la autocompasión?

En el mundo en el que vivimos existe una alta exigencia de productividad. Es tanta la importancia que se le da a este aspecto que hemos llegado a interiorizar la idea de que nuestro valor se encuentra determinado por qué tanto producimos y qué tan buenos somos en lo que hacemos. En este contexto, no debe sorprendernos que nos encontremos frustrados porque la pandemia nos ha agotado física, mental y emocionalmente y no podemos trabajar al mismo ritmo de antes. La exigencia constante hacia nosotros mismos nos lleva a ser nuestros peores críticos. No importa lo mucho que hagamos, nunca parece ser suficiente.
Aunque solemos creer que la autoexigencia nos llevará a ser exitosos y tener un excelente desempeño, la verdad es que suele ocurrir lo contrario. Cuando somos demasiado duros con nosotros mismos solemos magnificar nuestros errores, creemos que valemos menos por el hecho de equivocarnos, y nos estresamos. Estas reacciones nos bloquean para el aprendizaje y llevan a la desmotivación.
Una alternativa a esta forma de evaluarnos es la autocompasión, la cual implica ser amables con nosotros mismos; reconocer que somos humanos y como tal tenemos debilidades, vulnerabilidades e imperfecciones que compartimos con las demás personas; reconocer y aceptar nuestras emociones, aún las negativas.
Cuando se habla de autocompasión, muchas personas piensan que esta implica el ser «flojo» o relajarse de más y que está peleada con el éxito. A pesar de esta creencia, se ha observado que la autocompasión correlaciona positivamente con el éxito. Quienes practican la autocompasión no sienten la necesidad de competir todo el tiempo, reconocen que habrá ocasiones en las que aun dando lo mejor de sí no lograrán el resultado deseado, y saben que esto no les resta valor como personas. Esta visión les permite mantener la claridad mental ante situaciones en las que sienten que están fallando, aprender de estos errores y continuar motivados para conseguir sus metas.
En general nos resulta mucho más fácil extender la compasión hacia otros. Somos capaces reconocer el sufrimiento del otro, entender cómo se siente y sentir el deseo de ayudar. Cuando se trata de nosotros mismos, solemos identificar que pasamos por malos momentos, pero tratamos de ignorarlos o nos culpamos por ello.
Tal vez te sientes agotado, pero te niegas a darte un descanso y la mera idea de pasar un día sin hacer nada te genera remordimiento. Puede que te sientas frustrado porque no trabajas igual que antes o porque a diferencia de tus contactos en redes que ya leyeron varios libros, se pusieron en forma o adquirieron un nuevo hobbie, tú sientes que no has hecho nada productivo en este año. Son estas ideas de competitividad, productividad y perfección las que nos llevan a frustrarnos y sentir que no somos tan buenos como deberíamos.
La próxima vez que pases por estas situaciones recuerda que eres humano y como tal eres imperfecto, que no necesitas ser el mejor en todo y que los altibajos son parte de la vida. Tras años y años de autocrítica puede que no sea sencillo practicar la compasión hacia ti mismo, pero cuando estés pasando por algún momento difícil procura tratarte como tratarías a un amigo que pasa por la misma situación, con el mismo cariño, amabilidad y comprensión.
Practicar la autocompasión trae diferentes beneficios como el fomentar la resiliencia, mejorar la autoimagen, aumentar la motivación, y disminuir síntomas de ansiedad, depresión y estrés. Sin duda, el mayor beneficio será el entablar una relación positiva contigo mismo en la que, independientemente de tus logros o errores, te reconozcas como una persona valiosa, digna de cariño y respeto.
